El Vaticano aclaró que está prohibido para los católicos convertir las cenizas de los muertos en piezas de joyería u otros artículos, conservarlas en casa o dispersarlas en la naturaleza. La Iglesia católica, según una antigua tradición, “recomienda insistentemente” que los cadáveres sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados, pero no prohíbe que sean cremados.