Hablar sobre infidelidad suele armar un debate apasionado: hay quienes piensan que es un simple error humano, mientras que otros simplemente piensan que eso no es amor.
Pero la cruda verdad de los infieles es que no aman a la persona a la que engañaron y a continuación te demostraremos por qué, desde el testimonio de una chica que alguna vez fue infiel.
En el caso particular de Nora (nombre ficticio, porque ella lo prefiere así), su necesidad de estar con alguien más cuando estaba en una relación, se debía a que, en realidad, no quería comprometerse con nadie, pero deseaba, egoístamente, tener todos los beneficios de tener una pareja.
A Nora le gusta su libertad. Su situación ideal era andar por ahí, besando a extraños en bares, mientras que su novio la esperaba en casa.
En un mundo ideal, su novio habría entendido su necesidad de ser libre. Pero eso no sucede en la realidad.
Porque en la realidad, ella mentía. Estaba “en una relación” solo cuando su novio estaba presente.
Llegó el punto en el que Nora se preguntaba qué estaba mal con ella que se sentía obligado a engañar a mis novios. ¿Por qué, además, nunca se sentía culpable?
Entonces fue que se dio cuenta de que todo tenía que ver con los sentimientos tibios que tenía hacia los hombres con los que estaba saliendo.
Sus relaciones no le importaban lo suficiente como para no arruinarlas. No respetó lo suficiente a los chicos con los que estaba como para tratarlos como si fueran un compañero, una pareja.
Después de pensarlo mucho, ella está absolutamente segura de que si amas a alguien y lo respetas lo suficiente, no puedes engañar a esa persona. Simplemente no puedes. Te comería por dentro.
Se trata no solo de amor, sino de respeto y compromiso. Cuando alguien de verdad te importa, evitas hacerle daño.
Si engañas a tu pareja, no la respetas lo suficiente como para no traicionarla con extraños. Así que mejor bien podrías terminar la relación desde ahora.
La infidelidad es la prueba que necesitas para saber que los dos no son el uno para el otro.