El pasado 1 de abril, el obispo Salvador Rangel, de la Diócesis de Chilpancingo, Guerrero, dijo que narcotraficantes le prometieron no atentar contra la vida de los candidatos en el proceso electoral.
«Aproveché para hablar con ellos (los narcotraficantes), para pedirles que ya no hubiera más asesinatos de candidatos, y me prometieron que iban a evitar esto, y que dejarían una elección libre», comentó el obispo al término de una misa.
Relató que el 30 de marzo tuvo una reunión con un «alto capo de la droga» para gestionar la reinstalación de agua y luz en un poblado del municipio de Heliodoro Castillo, en la montaña de Guerrero.
En la reunión, el supuesto líder del narcotráfico le exigió dos condiciones: «evitar que se compre el voto», y que «los candidatos cumplan lo que prometen, porque cuando llegan al poder se olvidan de la gente».
Sin embargo, Rangel pidió que no se le relacione con el narcotráfico. «Yo me relaciono con ellos y no les pido ni dinero ni una posición política», aclaró.
El obispo agregó: «yo hablo con unos y con otros, yo solo les pido que no asesinen, que no secuestren, y que traten bien a las gentes».
De acuerdo con Huffpost, en otras ocasiones, Rangel admitió haber hablado con líderes del crimen organizado. En febrero, tras el asesinato de los sacerdotes Iván Añorve Jaimes, de 40 años, y Germaín Muñiz García, de 39 años, señaló que hacía dos años había conversado con un grupo para salvar la vida de un sacerdote.
En las últimas semanas, varios aspirantes a cargos populares han sido asesinados en Guerrero. A principios de marzo, el candidato a una alcaldía en Zihuatanejo, en la costa del estado, fue asesinado a balazos.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), Chilapa está entre los 50 municipios más violentos de México y Guerrero es la entidad que presenta la cifra más alta de homicidios con 2 mil 876; 2 mil 318 de ellos, dolosos.