Los árboles más longevos del mundo no envejecen y ahora se sabe por qué

El árbol ginkgo es una de las especies arbóreas más longevas del mundo, y un grupo de investigadores se dedicó a averiguar por qué. Para realizar su experimento cortaron 34 ejemplares de ginkgo de diámetros que variaban entre los 11 centímetros y los 4 metros y medio, e identificaron que detrás de esta extraordinaria longevidad hay un cóctel de compuestos antioxidantes, antimicrobianos y hormonas.

El equipo, mayoritariamente chino, analizó los anillos de edad y la composición bioquímica de la madera y no encontró diferencias significativas entre los árboles de 20 años, los que tenían más de 200 años y aquellos que tenían más de 600.

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El espesor de los anillos indica la velocidad del crecimiento de un año a otro. En los gingko estudiados, los anillos correspondientes a los años entre 100 y 200 se volvían considerablemente más finos cada año, mientras que a partir del tercer siglo la madera crecía formando anillos más uniformes.

Además, el área basimétrica del árbol, es decir, su sección a la altura del pecho humano, crecía sin parar a cualquier edad.

No inmortal, pero sí eternamente joven

Generalmente las plantas arbóreas experimentan variaciones en su morfología a medida que maduran y envejecen, explica el artículo del equipo de científicos, publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (EE.UU.).

La senescencia se debe a factores tanto genéticos como medioambientales, pero este no es el caso del ‘Ginkgo biloba’, un árbol que puede considerarse joven a los 1.000 años y del que se conocen ejemplares aún más longevos.

Esta especie, claro está, no es inmortal —su vida puede terminar a causa de enfermedades, de un incendio forestal o de la tala— pero incluso ante las infecciones presenta una protección inmune mejorada y no hay indicios de que tenga un límite genético para vivir más.

El tamaño de la hoja del gingko, su capacidad fotosintética y la calidad de sus semillas no se alteran con el tiempo. Y, ante todo, los biólogos destacan su capacidad de seguir creciendo durante siglos o incluso milenios, que radica en el cámbium, una fina capa que en todas las especies de árboles se encuentra entre la madera y la corteza, y que contiene células madre.

A los 1.000 años, tan joven como a los 20

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Para entender a nivel molecular qué hay detrás de esta ‘juventud eterna’, los biólogos compararon la expresión génica de la senescencia en el cámbium y en las hojas. Esa huella de la vejez en los genes se detectó en las hojas marchitas antes de desfoliarse la planta (que no es perenne), pero nunca en el cámbium. Lo mismo era cierto para el sistema inmune.

«A medida que envejecemos, nuestra máquina inmunológica comienza a funcionar peor», explicó el biólogo Richard Dixon en declaraciones al diario The New York Times. Mientras tanto, en los árboles ginkgo «la máquina inmune, independientemente de que el árbol tenga 1.000 años, parece la de un individuo de 20».

Esta propiedad contribuyó a la supervivencia de esta especie arbórea durante unos 200 millones de años, lo que la convierte en una de las especies más antiguas de las que viven en la Tierra hoy en día. Sin embargo, en la naturaleza actualmente es una especie amenazada y está bajo la protección de Estado en varios países.

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