Un grupo de mujeres presentaron una demanda por los impuestos de venta a los tampones y las toallas sanitarias.
Margo Seibert y Natalie Brasington no creen que las mujeres deban pagar un «impuesto por la menstruación» y, al igual que un creciente número de mujeres, cuestionan públicamente si el hecho de serlo en Estados Unidos conlleva gastos injustos.
Ambas están entre cinco mujeres de Nueva York que presentaron una demanda la semana pasada bajo el argumento de que es inconstitucional que el estado imponga impuestos de venta a los tampones y las toallas sanitarias, al mismo tiempo que ofrece exenciones fiscales destinadas a los productos médicos a varios artículos unisex como los protectores labiales, el talco para pies y el champú anticaspa.
Aseguran que el caso va más allá de los pocos centavos adicionales en impuestos que se pagan por cada paquete.
Cansadas del tabú social, y frustradas por la falta de acceso a los productos básicos para algunas, estas y otras mujeres comenzaron a hablar públicamente sobre la menstruación y a generar un impulso político que hubiera sido imposible una generación atrás.
El movimiento nacional por abolir los impuestos de venta a los tampones ha ido ganando fuerza, impulsado por campañas en las redes sociales como #periodswithoutshame (#menstruacionessinpena). Por lo menos siete estados comenzaron a contemplar la posibilidad de generar una ley al respecto. Legisladores de Illinois sostendrán una audiencia el miércoles respecto a la nueva inconformidad, mientras que los de Connecticut tocaron el lunes el tema.
La revista Cosmopolitan lanzó una petición vía internet, e incluso el presidente Barack Obama cuestionó el porqué del impuesto a estos artículos.
«Suelo hablar bastante sobre mi periodo a quien esté dispuesto a oírme», dijo Seibert, una actriz de 31 años y fundadora de una campaña en línea que promueve una menstruación «libre de vergüenza».
Brasington, una fotógrafa de 31 años, dijo que el impuesto afecta de manera desproporcionada a las mujeres y es una auténtica carga para las que tienen pocos recursos.
«Ser mujer es muy costoso», afirmó.
Jennifer Weiss-Wolf, vicepresidenta del Centro Brennan de Justicia de la facultad de leyes de la Universidad de Nueva York, dice que comenzó a escribir artículos y cartas abiertas sobre «la equidad menstrual» una vez que descubrió que los bancos de alimentos en los barrios estaban desesperados por adquirir tampones y toallas sanitarias porque las mujeres de escasos recursos no podían pagarlas.
La campaña fiscal refleja un debate más amplio sobre el «precio según el género», o cobrar más a mujeres que a hombres por productos y servicios similares, desde los cortes de cabello hasta las camisetas.
La agencia de protección al consumidor de la ciudad de Nueva York realizó el año pasado un estudio a 800 artículos de uso diario y encontró que los productos dirigidos a las mujeres tienen un costo promedio 7% superior a los artículos similares para hombre.