El sujetar bruscamente y sacudir de forma enérgica a un bebé o infante puede ocasionarle lesiones cerebrales y oculares graves, en una acción y consecuencia conocida como el síndrome del niño sacudido.
El cráneo frágil y flexible de los bebés e infantes pequeños no está lo suficientemente fortalecido como para absorber esa fuerza, misma que se transmite al cerebro y luego rebota contra el cráneo, lo que puede provocar contusión cerebral, hinchazón, presión y sangrado, explicó el Hospital Los Ángeles.
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Sacudir a las y los pequeños también puede dañar su cuello, columna vertebral y particularmente sus ojos, llegando a producir hemorragias en la retina y, en consecuencia, disminución o pérdida de la visión.
De acuerdo con el Hospital Los Ángeles, los daños suelen ser más comunes en menores de dos años de edad y pueden producirse incluso con una sacudida ligera y corta o también si se golpean contra objeto suaves, como colchones o almohadas.
Algunos cambios en la conducta de los infantes, como irritabilidad, letargo y ausencia de sonrisa, pueden alertar sobre los daños a causa del síndrome del niño sacudido.
También otras manifestaciones como piel pálida o azulada, vómitos, convulsiones, pérdida del conocimiento, problemas de respiración, falta de apetito y dificultad para levantar o voltear la cabeza, indicó en un comunicado.
El personal del nosocomio pidió a las y los cuidadores de México evitar cualquier forma de violencia y abuso infantil, incluidas estas sacudidas.
De la misma forma les aconsejó ser conscientes de las consecuencias de los juegos bruscos, como aventar hacia arriba a los menores y luego atraparlos.
“Es fundamental no sacudir a los niños ni por juego ni mucho menos por enojo”, recalcó.
Frente a un escenario de frustración o de pérdida del control por parte de las personas responsables del cuidado de la niñez, recomendó alejarse momentáneamente para tranquilizarse mientras alguien más asiste al menor. Y si los problemas de enojo son frecuentes, destacó la importancia de buscar ayuda profesional.