El US Open agrieta el tenis

La mayoría de tenistas rechazan jugarlo, entre ellos los pesos pesados, pero el grande neoyorquino se mantiene firme y sigue adelante con su idea de celebrarlo del 31 de agosto al 13 de septiembre

Mientras avanzan las fechas y otros deportes tratan de reactivarse con fórmulas más o menos sofisticadas, el tenis, transversal donde los haya, sigue sin concretar el punto de partida sobre el que edificar un regreso que sigue rodeado de interrogantes. Habiéndose quitado prudentemente de en medio Wimbledon y habiéndose trasladado Roland Garros al otoño, todo apunta al US Open y Nueva York, ciudad que ha sido azotada de forma salvaje por el coronavirus. Aun así, la Federación Estadounidense de Tenis (USTA) quiere celebrar su gran cita sí o sí, según precisa la cadena ESPN, y mantiene el plan del 31 de agosto al 13 de septiembre.

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Sin embargo, cuando la semana pasada el presidente de la ATP, el italiano Andrea Gaudenzi, citó a más de 400 tenistas en una reunión telemática con el objetivo de hacer un sondeo y transmitir la voluntad inexorable del major norteamericano, se encontró con fricciones y reproches que se prolongaron durante más de tres horas. El rechazo a viajar allí es amplio, pero no unánime. La mayoría de los jugadores se resisten, pero otras voces aseguran que no hay elección.

Por un lado, prevalece la opinión de aquellos que consideran arriesgado e innecesario viajar a Nueva York, y que dadas las restricciones que plantea el jugar allí –llegar en vuelos chárter, la cuarentena imprescindible al desembarcar en el país, la obligación de hospedarse en un hotel cercano al aeropuerto JFK sin posibilidad de cruzar a Manhattan o de acudir al complejo Billie Jean King Tennis Center con solo un acompañante…– son partidarios de cancelar la cita; este grupo, además, apela a la igualdad y esgrime que, en función de las distintas circunstancias que se viven de un lado al otro del globo, no todos los profesionales podrían desplazarse y participar.

Por otro, una representación minoritaria (siempre hablando de la élite del tenis) y con varios estadounidenses a la cabeza (los gigantones John Isner y Sam Querrey, por ejemplo), desea jugar sí o sí porque hay profesionales que no han percibido ningún ingreso desde marzo y la única forma de hacerlo es estando sobre la pista, ya que solo unos privilegiados cuentan con contratos de patrocinios sólidos y nómina fija. Solo hay consenso en torno a un punto: a nadie la gusta la idea de que no se celebre fase previa y se reduzcan los dobles, mordisco que afectaría a más de 300 jugadores y que la USTA trataría de paliar con una compensación económica cercana a los dos millones de euros.

A partir de ahí, dos polos.

“Quiero que mi deporte sea seguro y justo. Si no podemos viajar todos, no podemos jugar”, manifestó Rafael Nadal hace un par de semanas, resumiendo el sentir de los pesos pesados de la raqueta. “Quieren que el torneo siga adelante a cualquier precio por razones económicas; ok, lo entiendo pero, ¿cuántos jugadores están dispuestos a aceptar los términos que proponen?”, lanzó Novak Djokovic hace unos días, en el marco de una gira benéfica que impulsó él mismo en su país. “No creo que muchos tenistas se sintieran cómodos en Nueva York”, expuso desde ahí Dominic Thiem, tres del mundo, en un discurso que tiene recorrido en Alexander Zverev –“la situación hace que sea muy complicado ir allí”– o Richard Gasquet –“o todos o ninguno…”–.

Posteriormente, el preparador de Serena Williams, el francés Patrick Mouratoglou, insinuó por dónde respira la campeona de 23 grandes: “No la imagino más de tres semanas sin su hija…”. Y antes de tener que pasar por el quirófano para reparar otra vez la rodilla derecha, Roger Federer ya dejó caer que el tenis iba a estar detenido mucho tiempo. Desde Australia, se pronunció también un tipo serio como John Millman, 43º de la ATP: “Me encanta el US Open, pero suena un poco loco contemplar jugar allí un Grand Slam ahora, ¿no?”. Y así, una catarata de voces que han ido encontrando réplicas puntuales.

“Un evento tan grande no debe depender únicamente de los mejores del mundo. Ahora debemos pensar en todos los que hacen posible este deporte, desde jugadores hasta torneos, no solo en las estrellas. Necesitamos empezar a jugar ya, o la ATP no sobrevivirá. Debemos estar unidos para sobrevivir a esto”, reclama Feliciano López en una charla con The Guardian. “No jugamos desde marzo. Si aceptamos una serie de medidas estrictas, tenemos una gran oportunidad”, defiende la estadounidense Danielle Collins, la 51ª de la WTA y que a su vez desliza un mensaje a Djokovic: “Es fácil que alguien que ha ganado casi 150 millones de dólares renuncie, pero la mayoría partimos de cero”.

Con información de ElPais

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