El Madrid se aleja de la cima

El futuro de Benítez queda en entredicho después de otro mal resultado ante un equipo grande. Negredo pudo sentenciar en el último segundo

La verdad es que fue un partidazo. Si durante los 90 minutos no hubiera estado en el ambiente la sensación de que se jugaba más Benítez que los dos equipos, seguramente sería la primera impresión tras el pitido final. Vaya partidazo. Cuatro goles, emoción hasta el último segundo, polémica, penaltis, un expulsado, buen juego y tensión. Todos los ingredientes para fabricar un cóctel perfecto y coger un buen colocón de fútbol un domingo por la noche.

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La vida son detalles, decisiones propias o de un tercero que cambian un guión por escribir a cada segundo. En Mestalla las decisiones las empezó a tomar Benítez en el vestuario. James al banquillo y Kovacic al verde. Si el guión no se hubiera escrito de aquella manera en el instante en el que el croata vio la roja, al técnico le hubiera ido de perlas.

Porque puso un once suyo el día que se jugaba el asiento y le estaba saliendo bien. Porque insistió en la BBC y le dieron la razón. Una jugada de fantasía cosida sobre el tapiz de Mestalla por la inteligencia de Benzema, la sutileza de Bale en un cuerpo que le pide brutalidad y la generosidad puntual de un Cristiano que cedió a Karim para que definiera el 0-1.

Siguió decidiendo Sánchez Martínez, el hombre que representa a Murcia en Primera División. Más detalles. Si hubiera señalado el penalti de Orban a Bale no hubiera habido jugada siguiente ni Pepe habría derribado a André Gomes dentro del área. Pero fue el pie de Parejo el que chutó desde los once metros para igualar el marcador al borde del descanso.

La verdad es que el Madrid se había vuelto a desconectar tras el gol. A ellos, que siempre habían dominado los partidos que se rompían, cuando un encuentro loco y abierto solía acabar en goleada por aplastamiento, les empieza a pesar la locura. Ahora es un equipo de encuentro controlado y si el juego se despendola, sufre. Eran de discoteca y churros mañaneros y ahora agradecen una mesa en la que sentarse a hablar con una cerveza. Y la música bajita.

La segunda parte siguió esa tónica, con los blancos sufriendo en el ir y venir y sin capacidad de hacer suya la pelota a excepción de Benzema, que protagonizó un duelo de baile de altura con André Gomes mientras Benítez le dejó. La intensidad del duelo mereció verlo. Ellos dos valieron el precio de la entrada.

En uno de esos arrebatos del balón, a Kovacic se le fueron de las manos sus ganas de agradar el día que tomaba alternativa en plaza grande. Roja directa tras un entradón y 20 minutos en desventaja para los suyos. Si al encuentro le quedaba algún tornillo en su sitio, lo perdió. Bale cabeceó a la red un centro de Kroos como si su cuello desobedeciese las leyes de la anatomía.En el abrazo del gol perdió la compostura el Madrid y en la jugada siguiente Alcácer lo aprovechó para volver a igualar ante la pasividad de la zaga madridista.

Y el último detalle del partido. Si se congela el tiempo en el momento en el que Negredo, completamente solo, en el último minuto, encara a Keylor Navas, se pueden imaginar varios finales distintos que seguramente ahora se estén desarrollando en universos paralelos. En uno de ellos la pelota debió ser absorbida por un agujero negro o se la comió un dinosaurio, pero en otro el balón entra, el Valencia gana y Benítez deja de ser entrenador del Real Madrid. La ecuación era así de simple.

Pero el portero bloqueó el disparo, Neville no pudo regalar una alegría de año nuevo a la parroquia valencianista y todo quedó en empate. Al Madrid no le vale, porque aleja al Atlético y no recorta al Barcelona. Y al Valencia tampoco. Necesitaba un alegrón como hubiera sido ese 3-2 final. No sólo por los puntos, que también. Pero empezar el año con una sonrisa invitaría a pensar en la siguiente y no en el eterno humor ambiguo de ese estadio.

¿Y en Chamartín ahora qué? El empate deja en mal lugar a un Benítez que vuelve a fracasar en un partido grande, pero la envergadura del duelo le puede salvar. Lo suyo con el club se ha quedado en un «Ya hablaremos», en una cita que nunca llega y que siembra nervios cada vez que se retrasa.El calendario del técnico, a pesar de estar recién estrenado, debe tener ya los números de enero borrados de tantas miradas que lleva en sus hojas.

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