Cuando las ganas de hacer el amor declinan, la única opción es devolverles la fuerza
Prolongar todo lo posible los momentos previos a la relación amorosa, amar con todo el cuerpo y los sentidos son algunos de los activadores sexuales que pueden aplicar tú y tu pareja para disparar el deseo.
El deseo sexual o libido es el impulso de muchas de nuestras manifestaciones psicológicas; de hecho para el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, es «la energía vital de la persona». Sin embargo, a veces el deseo sexual anda por los suelos.
Cuando el deseo de hacer el amor entra en declive, ya sea por el estrés de la vida cotidiana, la rutina o el aburrimiento de la pareja, la crisis económica u otras situaciones desalentadoras, sólo queda una opción: hacer todo lo posible por devolverle la fuerza que tuvo ¡e incluso más!
¿Qué hacer cuando la pasión se enfría?
«Una de las interrogantes más frecuentes en muchas parejas que antes ardían uno en los brazos del otro es: ¿qué hacer cuando la pasión se enfría?, ¿cómo se puede recuperar el deseo?», señala Francisca Cuenca, psicoterapeuta y experta en temas de pareja.
«Este fenómeno, que se da sobre todo en la mujer, pero también afecta al hombre, puede deberse a factores biológicos como el declive hormonal, debido a la edad o una intervención quirúrgica», comenta Cuenca.
Pero, en opinión de la experta, la mayoría de las veces la inapetencia sexual obedece a problemas psicoemocionales, como los conflictos o incomunicación en la pareja, el tedio o la rutina en la relación.
¿Cómo se puede recuperar el deseo?
Hay que dejar volar la imaginación y lograr que en cada encuentro chisporrotee la pasión y reavivar las llamas prolongando los momentos previos:
Besar y acariciar el cuerpo de nuestra pareja. Cuando ésta comience a levantar temperatura, se le agite la respiración y quiera pasar a la acción, incluso hay que hacerle esperar un poco más. Al alargar los preliminares, aumenta el deseo y la excitación, y cuando llega el momento de la unión, ésta resulta mucho más placentera.
Aprender a acariciar al otro con sensualidad. Se trata de amar todo el cuerpo de la otra persona, acariciarlo sin prisa ni pausa, pasar las manos por cada rincón de su anatomía.
Todas las partes del cuerpo sirven para acariciar. Se pueden utilizar el pelo, los labios, la lengua o incluso el aliento para proporcionar caricias especiales. Abrir y cerrar los ojos sobre la cara, el cuello y otras partes del cuerpo del ser amado, acariciándole y haciéndole cosquillas con las pestañas multiplica la pasión.
Cultivar la espontaneidad en el amor. Las normas rígidas y la repetición son enemigas del erotismo y la excitación. Nuestra sexualidad es muy amplia y personal, y la apagamos si la limitamos a una serie de recetas, normas o situaciones previsibles y repetidas.
Improvisar situaciones que resulten excitantes. En vez de caer en una excesiva rigidez de hábitos que nos impidan disfrutar, debemos procurar improvisar situaciones que resulten excitantes para ambos, con una buena dosis de espontaneidad e imaginación.
Descubrir lo que nos gusta. También es importante también para reavivar la pasión. Por ello debemos aprender a conocer nuestras zonas erógenas y lo que nos excita más.
En materia de sexualidad no hay dos personas iguales. Lo que para una es una fuente de placer, para otra puede ser una molestia, por ello hay que tomarse el tiempo necesario para autoexplorar el propio cuerpo, que es un manantial de sensaciones insospechadas. Si sabemos lo que nos gusta, podremos marcar la pauta y guiar a nuestra pareja con lo que habrá un disfrute mutuo.
Amar con todo el cuerpo. Por último, aunque no por ello menos importante, amar con todo el cuerpo, ya que nuestra sexualidad es un sistema integrado por la piel, las hormonas, los órganos y los sentidos: oído, vista, olfato, gusto, tacto. La piel también es sexo, dado que cuando nos tocan sentimos placer. Tal vez sea el elemento más excitante del sexo, nos comunica en los contactos íntimos y siempre tenemos necesidad de tocarnos.