Carta de una mujer cansada: “No soy feliz con mi vida”

“La rutina me agobia, los problemas me atacan y el estrés de todos los días ya me tiene cansada, ciertamente mi vida no es como un día soñé. Me levanto temprano para alistar a los niños para la escuela, seguido de ello tengo que arreglarme para ir al trabajo, me miro en el espejo pero no consigo encontrarme, creo que ya no estoy aquí, creo que me he ido y no se si algún día he de regresar.

Tengo un esposo que trabaja todo el tiempo, unos hijos a los que amo pero no dejan de molestarme con sus cosas, con que tienen tareas, hambre, sueño, etc. a veces ni siquiera me gustaría ser mamá.

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Miro hacía mi entorno, descubro que las plantas que mamá me obsequió el verano pasado han muerto, que mi mascota ensució de nuevo en el patio, que tengo un montón de ropa por lavar y por si fuera poco los trabajos de la oficina no me dejan en paz, realmente ya no se que es lo que voy hacer; mi vida es un caos y creo que yo no soy feliz.

No soy feliz con mi vida y es precisamente porque lo que ahora tengo fue algo que nunca soñé, no se en que momento me quise casar, no se porque tuve hijos, ni mucho menos porque adopté una mascota cuando ni siquiera tengo tiempo de arreglarme el cabello; me siento confundida de ver la cara de molestia de mi esposo cuando le digo que la comida no está lista porque salí tarde de trabajar o cuando mis suegros quieren venir a casa un domingo a que yo los atienda cuando realmente lo único que quisiera un domingo es caer en coma y dormir todo el día.

No soy feliz con mi vida, y no porque sea del todo horrible, por el contrario es hermosa. Yo amo a mi esposo, a mis hijos y hasta el perrito ese que un día tocó las puertas de mi casa para quedarse, el problema es que estoy cansada de que ellos no valoren mis esfuerzos y quieran siempre que yo cono una sonrisa los atienda, cuando lo que yo más quisiera es que por lo menos alguien a mi me pasara un vaso de agua; y es que no es fácil.

Ser mujer, mamá, esposa y ejecutiva es un conjunto letal, que si no tiene una motivación termina por decaer, pero no es mi culpa y quizá tampoco la de ellos, pues olvidé mostrarles que soy humana y siempre quise que me vieran como la máquina que actúa correctamente para que todo esté bien.

Ojalá y fuera feliz, de esa manera las madrugadas no serían tan complicadas, las noches tan oscuras y las sonrisas tan cortas; ojalá y fuera feliz y en lugar de una estorbosa alarma me despertara el beso de mi principe y el abrazo de mis hijos, ojalá y ellos lo entendieran así: Yo también los necesito.”

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