Observa el panorama desde la cima de la represa de Gatún y piensa bien en lo que hace falta. Los buques cargueros flotan pasivamente en el lago Gatún, cerca del punto medio del canal de Panamá, mientras esperan que autoricen su paso al mar Caribe, su entrada al océano Atlántico.
Las que parecen islas en realidad son las cimas de los cerros que se encontraban en el valle que ingenieros estadounidenses inundaron hace un siglo, con lo que crearon el que entonces era el lago artificial más grande del mundo.
Todo parece estar bien. Sin embargo, un guardia de seguridad de la Autoridad del Canal de Panamá, o ACP, señala un problema en la parte de abajo: el nivel del agua que rompe contra la presa es 1,8 metros más bajo de lo que debería.
Esa agua es el sustento de Panamá. El lago Gatún almacena la lluvia durante la temporada húmeda, la cual normalmente transcurre desde mediados de abril hasta mediados de diciembre, para usarla durante la temporada seca. Abastece de agua potable a la ciudad de Panamá, la capital, al igual que el lago artificial Alajuela, cerca de ahí.
También conforma dos quintas partes del canal, un atajo entre océanos para un tres por ciento del comercio marítimo mundial, así como para cruceros y uno que otro submarino nuclear. La ACP provee una octava parte de los ingresos del gobierno nacional. “Aquí el agua es dinero”, dijo Oscar McKay, ingeniero de la represa.
Una temporada de lluvias normal llena el lago Gatún hasta 26.5 metros sobre el nivel del mar. Para cuando acaba la temporada seca ese nivel normalmente baja a 25.9 metros. Las temporadas secas prolongadas acarrean consecuencias graves. Si el nivel del agua desciende por debajo de los 24.4 metros, la ACP debe limitar el peso de los cargueros grandes Neopanamax para que sus cascos no raspen en el lecho del lago. Si el nivel es de menos de 24 metros los buques Panamax más pequeños se arriesgarían a golpear la base de las esclusas reservadas para ellos al entrar y salir del lago.
En junio de este año, tras la sequía más intensa que ha vivido Panamá desde su independencia en 1903, el lago Gatún estuvo a punto de descender a ese nivel. En 2016, durante un periodo de sequía más largo (pero menos severo), por primera vez cayó a un nivel menor a ese límite.
La población en aumento de la ciudad de Panamá y el tráfico creciente que pasa por el canal hacen que estos niveles tan bajos sean más probables. Cada vez que una embarcación pasa por las esclusas del canal, el lago Gatún libera 200 millones de litros de agua. En un mes sin precipitaciones, las salidas por el canal pueden reducir 80 centímetros el nivel del lago.
Este año, muchos buques tuvieron que atravesar el canal con menos cargamento de su máximo habitual. Eso le costó a la ACP unos cuantos millones de dólares en ingresos. El canal estuvo “así de cerca” de perder mucho más, dijo un ejecutivo, acercando su pulgar a su dedo índice. Apenas evitó tener que imponer restricciones al calado de los buques Panamax.
Las lluvias desde julio han elevado el nivel del agua a 24,7 metros, pero no han reducido los temores. Las múltiples sequías graves que se han visto desde 2014 podrían indicar que las temporadas secas se están alargando. Eso amenazaría no solo al suministro de agua de Panamá y los ingresos del gobierno, sino también a la posición del canal como un eje de comercio.
“Toda la cadena de suministro global depende de la regularidad”, comentó Onésimo Sánchez, exdirector de la ACP. Si el canal flaquea, las navieras optarán por rutas rivales, aunque sean más costosas.
PRECIPITACIÓN, ESTE ES EL PRECIPICIO
Es prácticamente una certeza que el cambio climático es una amenaza para Panamá. El alza de los niveles del mar sumergirá a las islas caribeñas bajas de San Blas, una atracción turística y el hogar de varios miles de gunas, un grupo indígena.
Las temperaturas más calientes acelerarán la evaporación, y así se reducirán los niveles del agua en el lago Gatún. No obstante, culpar al cambio climático por las sequías recientes es más complicado.
Las peores sequías de Panamá han ocurrido durante incidencias extremas de El Niño, un fenómeno natural en el que las aguas cálidas se mueven hacia el este a través de la zona ecuatorial del océano Pacífico.
Los ciclos más extensos son los que hacen que sea más difícil discernir el impacto del cambio climático, como la Oscilación Decenal del Pacífico, que alterna cada 20 o 30 años entre fases calientes, las cuales vuelven más fuertes y frecuentes a las incidencias de El Niño, y otras frías.
A los residentes de la capital no les cabe la menor duda de que se avecinan grandes cambios. La temporada de lluvias antes traía consigo precipitaciones diarias de tres a cuatro horas. Ahora, cae la misma cantidad de lluvia en una hora.
Ocho de las diez tormentas más grandes que ha habido en la ciudad, medidas a partir de la cantidad de lluvia que cae en 24 horas, han ocurrido desde 2000. A pesar de esos chubascos, el área del canal ha tenido seis años consecutivos de precipitaciones por debajo del promedio. La temporada seca se está alargando.
Este año, comenzó un mes antes de lo normal y terminó con un mes de retraso. La sequía actual es la primera grave que ocurre en un año tranquilo respecto de El Niño.
Esta concurrencia de sucesos sin precedentes sugiere que el cambio climático es el responsable directo, según cree la ACP. “Para estar completamente seguros tendríamos que esperar cien años”, señaló Carlos Vargas, vicepresidente de la ACP sobre el agua y el medioambiente. Además, aunque el cambio climático no fuera el culpable en este momento, podría fortalecer las incidencias futuras de El Niño, lo cual prolongaría las sequías y aumentaría su intensidad.
Algunos científicos piensan que, si la zona ecuatorial del este del Pacífico se calienta con mayor rapidez que otras regiones, tal como se espera que suceda, las incidencias extremas de El Niño duplicarían su frecuencia a uno cada diez años para 2100.
La escasez de agua pone en peligro los planes de expansión del canal. En 2016, un nuevo conjunto de esclusas permitió el paso de buques Neopanamax. El canal necesita otra remodelación para hacer espacio para los buques “ultragrandes”. Pero los funcionarios de la ACP dicen que ninguna obra puede iniciarse mientras los niveles del agua sean inciertos.
Si las sequías se vuelven más frecuentes, las navieras podrían preferir rutas más confiables entre los océanos Atlántico y Pacífico, como las líneas ferroviarias que atraviesan Estados Unidos.
Algún día, el cambio climático podría abrir el paso del Noroeste, actualmente obstruido por hielo, que atraviesa el archipiélago Ártico. Eso recortaría unos 4 mil kilómetros del trayecto de Shanghái a Nueva York, el cual es de 19 mil 500 kilómetros a través de Panamá.
Para asegurar el futuro del canal, la ACP debe hacer planes ahora. “No podemos volver a lo que se hacía en el pasado”, dijo Vargas. La ACP ya ha dejado de producir hidroelectricidad en la represa de Gatún.
Está estudiando maneras de aumentar los niveles del agua, entre ellas excavar un tercer lago artificial para abastecer a la ciudad de Panamá y bajar el agua del río Indio hasta el lago Gatún usando tuberías.
“Tendrán que llevar a cabo todas las propuestas”, comentó Mirei Heras, exministra del medioambiente, bebiendo un trago en una cafetería mientras la lluvia caía a cántaros. Hacer el lago Gatún más profundo no es una opción ya que las montañas aledañas colapsarían.
Acondicionar el canal en contra de las sequías será disruptivo, obligará a la gente a mudarse y perjudicará los hábitats ubicados río abajo, cerca de proyectos de canalización de aguas. Al parecer, la única respuesta de Panamá ante los estragos que el cambio climático está causando a nivel mundial, es ocasionar daños a nivel local.