Los Toraja piensan que el alma de las personas no abandona el cuerpo hasta que llega el funeral
En México cada 1 y 2 de noviembre se venera a la muerte, y una celebración similar ocurre en Indonesia (aunque más extrema), y es que el grupo étnico Toraja mantiene como tradiciones funerarias conservar a sus familiares fallecidos en sus propias casas durante meses, incluso años.
En la región al sur de la Isla de Célebes, este grupo tiene una visión diferente de los cementerios, pues al morir un ser querido, sus allegados lo preservan con ungüentos tradicionales para conservar sus restos mortales en una habitación especial en el interior de sus hogares.
Pero no sólo es conservar el cadáver, también se les viste y le dan de comer cuando los ‘visitan’. Una tradición que ha dejado boquiabiertos a miles de turistas que se congregan en las comunidades de Kambira, Lemo o Rantepao para ver con sus propios ojos cómo los vivos conviven con los muertos.
De acuerdo con medios internacionales, los Toraja aman y respetan tanto a sus difuntos que deciden seguir realizando la rutina que tenían con ellos como puede ser cenar y platicar, hasta que llegue el día del funeral.
Es así como durante varios meses el cadáver momificado permanece en el interior del hogar familiar hasta que se realice el funeral correspondiente, y es que los Toraja nombran a esta espera como ‘makula’ que es cuando el alma de la persona continua rondando su cuerpo terrenal.
Aunque por lo general son unos cuantos meses, en algunas familias el funeral se posterga tanto que los cadáveres llegan a residir por años rodeados de sus seres queridos.
Para realizar el funeral, la familia deber reunir el dinero necesario para costear cada detalle del entierro, el cual es un especie de carnaval que puede durar hasta una semana y que incluye un banquete de búfalo.
Esta ceremonia no es barata, pues cada búfalo oscila entre los 2 mil 700 dólares a los 70 mil dólares, y es que el costo representa el estátus del familiar muerto.
Una vez cubiertos los costos y terminada la ceremonia, el ataúd del difunto es colocado entre los entresijos de las rocas de la montaña cercana.