Para ser nominados al Oscar, G. Iñárritu y DiCaprio vivieron una aventura en una filmación que empezó en Calgary y terminó en la Patagonia.
Rodar una película como «The Revenant», con un director como Alejandro González Iñárritu, fue para el reparto artístico y el equipo de producción un viaje del infierno a la gloria, donde todos, pero sobre todo el protagonista Leonardo DiCaprio, estuvieron al límite de sus posibilidades físicas y emocionales, para resistir una idea de hacer cine en pleno Siglo XXI como se hacía media centuria atrás. Unos se bajaron de esa pesadilla que para otros, recién llegados, terminó siendo un sueño.
En escenarios reales y únicamente con iluminacion natural se rodó la nueva aventura del realizador mexicano, donde «El Negro» (ahora autonombrado G. Iñárritu) puso a prueba su talento y paciencia antes que caer en el confort por ser un triple ganador del Oscar con su anterior laureado filme «Birdman»; mientras que DiCaprio tambien se fijó el reto de demostrar(se) que es mucho más que el «niño bonito y mimado» de Hollywood y es capaz de sobrevivir a cualquier clase de adversidad histriónica, incluso sin la necesidad de diálogos.
CUANDO EL INFIERNO SE CONGELA
Las condiciones climáticas a las que se sometió el equipo de producción en el rodaje fueron simplemente inclementes, al ser sometidos a bajas temperaturas, con tal de seguir al pie de la letra la idea de Iñárritu: estrictamente filmar en locaciones naturales y de una manera cronológica.
Inicialmente la cinta se empezó a filmar en Calgary, Canadá, pero debido al cambio climático los escenarios naturales se deshielaban de un día para otro y se tuvo que tomar una decisión que puso a prueba la logística de la producción: Migrar a un «crew» de 300 personas (con boletos de avión, hospedaje, transporte terrestre, alimentos, servicio de ‘catering’, etc.) hacia el sótano del continente: la Patagonia austral, en Argentina, donde las heladas eran más duraderas y crudas. El costo en ambos gélidos extremos del continente fueron deserciones de personal y casos de posibles hipotermia, incluso en su propio actor estrella.
Con ello, el presupuesto original de 95 millones de dólares se elevó a 145 mdd.
«Quiero que la gente sienta el frío, huela el miedo… Fue difícil, pero era lo que debíamos lograr. A nadie debe importarle. Nadie debe preguntarse si la pasamos bien o no. Esa no es la finalidad de hacer una película», advirtió Iñárritu.
Además al realizarse de una manera cronológica -durante 80 días, aunque en un tiempo de nueve meses- propició una exhuastiva estrategia, por ejemplo, si en una secuencia de lucha hay muchos muertos, las siguientes escenas tienen a dos personajes, pero para tres o cuatro escenas más tarde, los protagonistas regresan al campo de batalla donde permanecen los caídos, entonces la producción debe de colocar todo de nuevo cuando bien pudieron hacerlo la primer semana que se filmó la guerra.
LA PRUEBA DE FUEGO PARA DICAPRIO
Fiel al «Método» de Lee Strasberg, sobre la necesidad de la vivencia como experiencia de herramienta actoral, DiCaprio se dejó crecer la barba durante un año para lucir realmente como un colono, sometió su cuerpo a escenas de acción en congelantes temperaturas que cualquier otra estrella de Hollywood hubiera apelado al uso de un doble y hasta se comió un hígado crudo para sentir en carne propia la agonía de un hombre que aprendió a sobrevivir por el deseo de la venganza.
«Puedo nombrar 30 o 40 secuencias que fueron de las más difíciles que he tenido que hacer. Ya sea por salir y entrar en ríos congelados, o por dormir con cadáveres de animales, o por lo que comí en el set. He soportado un frío helador y una posible hipotermia», destacó DiCaprio en octubre pasado a Yahoo Movies.
Incluso trascendió que DiCaprio ya tenía previsto protagonizar la película «Steve Jobs», del británico Danny Boyle, pero se le presentó la oportunidad de trabajar bajo las órdenes de Iñárritu, por lo que rechazó el papel del fundador de Apple y decidió encarnar a Hugh Glass, quien tras una épica escena con una osa grizzly regresa prácticamente de la muerte para cobrar venganza.
LUBEZKI YA SEA EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA
El cinematógrafo también mexicano Emmanuel Lubezki ha demostrado a lo largo de su carrera en el otro lado del Río Bravo su sobrada capacidad detrás de la lente en el cine, y si hace un par de años sorprendió al mundo con su innovadora odisea espacial en «Gravity», de Alfonso Cuarón, y el año paso se embolsó su segundo Oscar consecutivo con sus planos secuencia en «Birdman», ahora puede llevarse su tercer estatuilla al hilo con su exquisitez y naturalidad en la fotografía de «The Revenant».
Sin ningún tipo de filtro o luces especiales, «El Chivo» se dedicaba a ensayabar muchas horas previas para que el rodaje fuera lo más realista y, sobre todo, lo más rápido posible y aprovechar al 100 % la luz natural.
COLONOS, NO COWBOYS
La trama ambientada en 1823, que muchos medios ubican erróneamente bajo el género del «western» cuando en realidad no se remonta a los «cowboys» sino a los colonos en Estados Unidos, narra una historia de venganza y supervivencia inspirada en hechos y personajes reales, ubicada en las profundidades de la América salvaje.
En esa época, principios del siglo 19, el trampero Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) resulta gravemente herido por una osa grizzly y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald ( Tom Hardy).
Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, a un invierno brutal y a la guerra constante entre las tribus de nativos americanos, en una búsqueda heroica e implacable para conseguir vengarse de Fitzgerald.